martes, 7 de octubre de 2014

CAPÍTULO 48 (Whispers)

¡Hey bbys!
Como hay a varias personas que no se les ve este capítulo en Wattpad, y para pasarlo por mensaje excede los caracteres permitidos, he decidido subirlo al blog para que así nadie se lo pierda, so... Espero que os guste y perdonad las molestias! :) xx
Si aún no me sigues en Wattpad y no sabes qué historia es, a la derecha de la pantalla aparece un link que te lleva directamente a la historia. Aquí tienes mi perfil: http://www.wattpad.com/user/sttories1d
48. Salvados. 
—Mátame, Brad. Mátame a mí. – Exclamó casi rogando Harry.
—¡No, Harry! – Contestó el hombre. – No es lo que tú quieras. Ya te he dicho lo que hay. Tú decides.
Mis nervios estaban descontrolados. Y solo podía auto culparme en los que posiblemente fuesen mis últimos minutos de vida.
¿Por qué? ¿Por qué tuve que meterme en todo esto? ¿Por qué tuve que contarle todo a Niall? ¿Por qué no fui más precavida? ¿Por qué conocí a Harry? ¿Por qué esa maldita apuesta?
¡Oh, Dios mío!
Solo existía el miedo en ese momento. El miedo de que el hombre que más había amado fuese el que acabase con mi vida, por algo que de cierta manera, justificaría mi muerte.
Harry me dedicó una mirada. Parecía estar perdido, parecía no saber qué decisión tomar.
—Tienes que decidirte, Harry. Sino, las mataré a las dos. – Amenazó Brad.
Harry cargó la pistola. Su gesto era de disculpa. Yo cerré mis ojos y asentí, entendiendo su decisión.
Cogí aire y lo solté por mi boca.
—Hazlo, Harry. Hazlo.  – Le rogué.
Sus ojos estaban empezando a soltar lágrimas como si de aspersores se tratasen.
Al fin llegó a mi lado y cogió aire.
El chico cerró sus ojos y puso su dedo pulgar en el gatillo. La pistola apuntaba a mi frente.
Cerré mis ojos y los apreté tan fuerte como pude. Aquí acababa todo. Mi última respiración.
Toda mi vida apareció en mi mente en forma de flashes.
—Te quiero. – Murmuré.
Abrí un poco mis ojos y vi que el pulso del chico estaba siendo incontrolado.
Y pulsó el gatillo.
La bala salió disparada del arma. Milésimas, milésimas de segundo. Mi muerte se acercaba.
Pero, el grito profundo de un hombre detrás de mí hizo que mis ojos se abriesen y comprobase que mi respiración todavía seguía. Que seguía viva.
—¡¿Qué diablos has hecho, Styles?! – Gritó Brad.
El chico soltó el arma y esta se estampó contra el suelo.
—Te amo. – Añadió, con su voz rota, y mirándome.
Entendí entonces que la bala había ido a parar a la cabeza de uno de los corpulentos hombres que estaban detrás de mí, agarrándome. Y también entendí ahora todo aquello que Harry siempre me decía: “No quiero perderte. No puedo perderte”
—¡Tú lo has querido, desgraciado! – Exclamó Brad. -¡Matadlas!
Los hombres sacaron pistolas de sus cinturones.
—¡No! – Exclamó Harry. -¡No, Brad! ¡No!
—¡Hacedlo! – Exigía el hombre.
Sentí el metal frío de un arma tocar mi sien. Parecía que los segundos de tranquilidad habían durado poco.
El llanto de Gemma no había dejado de resonar en ningún momento, y mis nervios simplemente los ahogaba en mi interior.
—¡Esperad! – Exclamé.
Quizás no debí hacerlo. Quizás debí callármelo, pero era lo único que podía hacer que nuestras vidas se salvasen.
—Ignoradla.
—¡Brad, espera! – Insistí.
—Lo siento, querida Abbie. Tu tiempo ha acabado.
—Puedo conseguirte las coordenadas. – Exclamé.
El gesto del hombre cambió por completo. En ningún momento se le pasaría por la cabeza que yo pudiese llegar a decirle algo así.
—¡¿Qué?! – Exclamó.
—Una semana. Dame una semana y prometo darte las coordenadas. – Dije.
—No puedo creerte. – Contestó el hombre.
—Si en una semana no las tengo, podrás matarme. Y que Harry lo vea. ¡También mis padres! Te permitiré matarme de la forma más cruel que existe. Déjame pagar lo que hice dándote las coordenadas.
—¡No!
—Solo yo puedo ayudarte a conseguirlas. Si me matas, las perderás. Para siempre.
El hombre se llevó las manos a la cabeza y ofreció un grito desde lo más profundo de su garganta.
—Solo deja en libertad a Gemma y prometo que las coordenadas serán tuyas.
Un silencio eterno mientras que el jefe de esa mafia se llevaba las manos a la cabeza. Su respiración era tan exagerada y alterada que yo misma, desde la distancia, podía oírla.
—Cinco días. Te doy cinco malditos días.
Brad dio un par de pasos más a mí.
—Como a las doce de la noche del sexto día no tenga las coordenadas en esta casa, prometo matarte.
—Deja que Gemma se vaya. – Le rogué.
Los hombres que la sujetaban miraban extrañados al jefe. Brad les asintió y bajaron el arma, desatándola de la silla.
Gemma acudió rápidamente a Harry, que se encontraba contra una pared, demasiado débil.
—Llévatele, Gemma. – La pedí.
—¿Y tú? – Me preguntó la chica.
—Esperadme fuera.
La chica me hizo caso y obligó a Harry a pasar su brazo por el cuello de ella. Ambos abandonaron consternados la caseta.
—Aprovecha mi confianza, Abbie. Nunca se la he dado a nadie. Y contigo ya van dos veces.
—¿Quizás porque siempre cumplo mi palabra?
—Eso espero; Puedes soltarla.
Mi brazo que solamente lo sujetaba un hombre, fue liberado. Le hice un gesto de agradecimiento a Brad.

Daba los pasos con cuidado, rodeando ese salón en el que ya había estado tres veces.
Mi interior estaba completamente parado. No podía creer que todo esto hubiese pasado.
De nuevo tomé el pomo de la vieja casa y miré a Brad, quien se encontraba dándome la espalda y masajeando su sien.
Salí al exterior y bajé las escaleras del porche casi sin fuerza. La tensión que acabábamos de vivir ahí dentro había acabado con toda mi energía.
Seguía consternada y dudaba que pudiese recuperarme fácilmente de todo lo que mi cuerpo estaba viviendo estos últimos días.
Mi mirada borrosa y mi tacto tembloroso tocando fuertemente mi brazo enrojecido.
A lo lejos veía a la hermana de Harry completamente desesperada, haciendo gestos bruscos, quizás pidiendo explicaciones.
Al lado, al chico de rizos, con sus manos en la cabeza, completamente deshecho.
Comencé a andar hasta el coche, y no tardó dos segundos en verme.
Corrió tan rápido como pudo a mi lado. Mi mirada perdida parecía haber retomado la fuerza cuando vi que venía hacia  mí.
Me quedé quieta y esperé que el chico acudiese a mi lado.
Su pelo alborotado, despeinado. Sus ojos verdes más sorprendentes que de costumbre, pues sus  pupilas estaban más grandes.
Le miraba y me miraba.
—Abbie… – Murmuró.
No pude evitar abalanzarme sobre él cuando le vi.
Sus manos se posaron en mi espalda y con toda la fuerza que le sobraba, me rodeó el cuerpo, pegándome a su torso y dándome el abrazo más fuerte que nunca antes alguien me había dado.
Me alejé rápidamente de él y fruncí el ceño.
—¿De dónde piensas sacar las coordenadas, Abbie?
—Robert te mandó un mensaje cuando estaba en el coche. Lo leí.
Harry frunció el ceño, quizás algo molesto.
—Ponía simplemente que tiene novedades. - Añadí. 
—¡¿Qué?! – Exclamó el chico.
Mi frente se arrugó. No entendí la reacción del chico. Estaba viva gracias a eso. Todos estábamos vivos gracias a eso.
—¿Q-qué pasa? – Balbuceé.
—¡Joder, Abbie! Robert está desesperado. No era un mensaje aliviador. ¡Era todo lo contrario!
El grito de Gemma, quien se encontraba al lado del vehículo, nos estremeció. Ambos dimos un pequeño bote con nuestro cuerpo y la miramos.
La chica hablaba desesperada por teléfono.
—Hablaremos más tarde de esto, Abbie. Necesito llevar a Gemma a casa.
—Bien.
—Espérame en la salida de la carretera. Está a cinco minutos andando. Pasaré a recogerte.
—¿Vas a dejarme aquí sola? – Pregunté.
—No puedo hacer otra cosa. Gemma está muy susceptible. Ahora sé que Brad no te hará nada. Sólo espérame ahí.
La voz de Harry se fue apagando mientras se iba desplazando hacia atrás.
Tragué saliva y me di media vuelta, andando por los hierbajos e intentando encontrar el camino que me llevase hasta donde él me había dicho.
***
Sentada en el bordillo y con el frío rodeándome. El mediodía caía pero mi piel seguía en la noche.
Una calle larga y, aunque no mucho, algo transitada por vehículos y alguna persona que caminaba por el arcén.
Mis lágrimas escapaban al darme cuenta de que no era en ese momento en el que estaba sola, sino, que en las últimas semanas, lo estaba siempre.
El Audi de Harry paró a mi derecha. Corrí para ponerme de pie y acudí rápidamente a él.
Sin embargo, el chico de pelo rizado fue más rápido que yo, y abandonó el vehículo acudiendo a mí.
—¡¿Cómo diablos piensas solucionar ahora toda esta mierda, Abbie?! – Exclamó, viniendo hacia a mí en un tono acusante.
Mi cuerpo paró de andar y di un pequeño salto. No me esperaba la reacción de Harry.
Ladeé mi cabeza pidiendo explicaciones.
—Tenemos cinco días para encontrar las coordenadas. ¡Y no tenemos ni la menor pista!
El chico se llevó las manos a la nuca después de decir eso, metiendo sus labios para dentro y ladeando su cabeza.
—No pienses en huir. Será imposible. – Añadió.
—No hay nada imposible, Harry.
—¡Lo hay! ¡Esto!
—He salvado a tu hermana. ¡¿Acaso no te basta?!
—¡Pues claro que no!
Su gritó me intimidó e hizo que mis palabras desapareciesen de mi cerebro.
—Porque como en cinco días no tengas las putas coordenadas tú estarás muerta.
Miré hacia abajo dándome cuenta de que era lo que pasaría.
—Y yo no podré hacer nada para que eso no ocurra, porque yo también estaré muerto.
—¡No! – Exclamé.
Miré inmediatamente a Harry, de quién caían lágrimas imparablemente.
Me consterné completamente cuando vi que estaba totalmente hundido, perdido y miles de adjetivos que sería imposible que definiesen una situación tan absurda como la que desgraciadamente vivíamos.
—No puedo perderte, ¿O acaso no lo recuerdas? – Añadió.
Sus labios temblaban y su desesperación era casi palpable.
Y, aunque intenté contener mis lágrimas, el ver que todo lo que decía era tan cierto como que el cielo es azul, saltaron como una tormenta de verano.
—Ahora tenemos que estar juntos, ¿Me oyes? – Exclamé.
El chico me miró. Sus ojos estaban rojos.
—Encontraremos las coordenadas, Harry. Te lo prometo

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